La luna nunca fue objeto de un culto específico por parte de los antiguos griegos. Existía, no obstante, una divinidad lunar,
Selene (en
griego Σελήνη), hermana de
Helios (el Sol) y de
Eos (la aurora).
Selene fue conocida sobre todo por sus amoríos con el joven pastor
Endimión a quien vió una noche dormido sobre una cueva del monte Lamos, cerca de Mileto.
Selene pidió entonces a
Zeus que concediera
a
Endimión la vida eterna para que así nunca le abandonase. Alternativamente,
Endimión tomó la decisión de dormir en un sueño perpetuo, del
que sólo despertaba para recibir a
Selene.
Cada noche,
Selene bajaba a la cueva del monte Lamos para visitar a su amante dormido. De este amor nacieron cincuenta hijas. En el arte,
Selene era representada como una mujer hermosa de rostro pálido, conduciendo un carro de plata tirado por un yugo de bueyes blancos o un par de
caballos. A menudo era mostrada montando un caballo o un toro, vistiendo túnicas, llevando una media luna sobre su cabeza y portando una antorcha.
Por cierto que
Endymion es también el nombre de un cráter de 125x125Km y 4600 m de altura, que se encuentra en las coordenada 53.6 N 56.5° E. El
nombre de este cráter es obra del astrónomo Michael Florent Van Langren (1598?-1675) -también conocido como
Langrenus, predecesor y enemigo de
Hevelius, y que dedicó su trabajo
Plenilunii Lumina Austriaca Philippica al rey de España
Felipe IV.
Posteriormente el papel de divinidad lunar es retomado por
Artemisa, hermana
gemela de
Apolo. Nacida de los amores de
Zeus con una mortal, Latona. En su origen
Artemisa era una divinidad de la naturaleza, en
particular de los animales salvajes. Con el tiempo se fue asimilando a una diosa de la fecundidad, protectora de las embarazadas (según algunos mitos,
ayudó a su madre en el parto de su gemelo) y posteriormente (al igual que su hermano
Apolo se consideraba dios del Sol) empieza a aceptarse como
divinidad lunar. Al igual que el astro, era considerada pura, fría y casta. La paradoja de la diosa madre virgen sigue siendo recogida posteriormente por
el cristianismo. En la iconografía cristiana, la
Virgen María aparece a menudo representada apoyada sobre un creciente lunar, símbolo de la
castidad.
Hay una tercera divinidad lunar,
Hécate, reina de los fantasmas, a veces asimilada a
Artemisa, que representa el aspecto oscuro y maléfico
(¿?) de la luna.